Existe una canción, aquella que me mandaste un día,
Aun no la escucho ¿Sabes?
Se encuentra ahí, guardada en el buzón,
Fue mal agüero, “Ya no te espero” ¡que molesto!
Yo que cada anochecer contemplo mi ventana por tu arribo,
Que las cuerdas de mi garganta entonan la canción del ayer,
En aquella en que nos uníamos al encontrarnos, ¡Nota de la felicidad!
Opacada ahora por la falacia de un - ¡Hasta mañana!
El recuerdo lejano de una noche de desvelo,
Donde la noche brillaba aunque no hubiese luna,
Donde toda confesión era aceptada sin reproche,
y más que nada necesitada;
Ahora la noche brilla porque hay luna, pero tú no estás.
Aunque del ángel su brisa nos haya tocado,
Sigo aquí.
Y te espero.